LIMITACIONES DE LA HISTORIA. (Parte 1)
- Jaime Vergara
- 23 nov 2016
- 12 Min. de lectura
“En el pasado el futuro se halla oculto” Zecharia Sitchin
Jamás podremos pretender que el relato histórico sea exacto, fidedigno y completo debido a múltiples razones pero en especial a la imposibilidad que tiene el ser humano de despojarse de prejuicios o subjetividades propias de su naturaleza intrínseca al narrar un evento cualquiera que, aunque el individuo haya sido testigo presencial directo, influye en el toda una serie de factores de índole psicológico y cultural que en definitiva afectarán en uno u otro grado la objetividad del acontecimiento en sí.

1. - Por una parte, contamos con una opción de conocer uno u otro evento y es a través de personas que recibieron la información y la transmitieron a otros y estos a otros hasta que llega a nuestros oídos. Es obvio que el mensaje inicial ha sufrido tantas alteraciones como personas hayan intervenido en el proceso de transmisión de la información original. Cada quien le agrega su toque personal y al final de cuentas, cuando recibimos el mensaje tenemos derecho a dudar de su autenticidad.
2.- También se da el caso de validar un evento histórico como verdadero cuando después de pasar por oídos de muchas generaciones, la narración llega al fin a oídos de un sabio de reconocimiento mundial quien lo interpreta de acuerdo a algún patrón científico y lo convierte en historia oficial y ésta a su vez se vuelve un paradigma para generaciones posteriores. Cuestionar estas ideas es arriesgado aunque abunden pruebas que muestren su falsedad. Es así porque al statu quo le conviene esta creencia. Lo vemos en muchos casos por ejemplo las ideas aristotélicas que perduraron en el tiempo y como es bien sabido apuntalaron los dogmas religiosos de la edad media que fueron un atentado siniestro para el desarrollo de la ciencia y conciencia humanas.
En esta categoría encontramos también la historia oficial de la civilización egipcia narrada por Herodoto llamado padre de la Historia quien interpretó los relatos de gente común en su viaje a Egipto 400 años adC. Mucha agua debió pasar por ese molino pero la versión del historiador griego se ajustó a los intereses del paradigma imperante de su época y ha perdurado hasta nuestros días aunque nuevas evidencias afloren a lo largo del tiempo que puedan invalidar o rectificar tanto dataciones arqueológicas de los hallazgos como la autenticidad de los protagonistas que intervinieron en los distintos acontecimientos.

Según Herodoto las pirámides de Egipto fueron tumbas de ciertos faraones, construidas aproximadamente en el año 2.500 adC. Donde se requirieron 20 años usando burdos instrumentos de cobre, con mazos de madera, cuerdas toscas para acodar y usaron una rampa de un kilómetro para subir las piedras (hoy se sabe que implica más trabajo la construcción del terraplén que la misma pirámide). Además usaron postes de madera para deslizar los bloques que fueron traídos 800 kilómetros al sur del emplazamiento actual de los colosos de Giza en las canteras de Aswan. Son muchos los investigadores que con suficientes pruebas en sus estudios han dado al traste con la narración de Herodoto por cierto muy alejada de la realidad que nos hacen pensar en otras posibilidades más científicas y racionales. No sobra expresar que esta historia, desestima por completo las investigaciones de arqueólogos serios llevadas a cabo en los siglos XIX y XX donde se han tenido a mano un arsenal de modernos instrumentos de medición, además del descubrimiento de antiguos textos que nos hablan de una historia completamente diferente. Aun así, los egiptólogos modernos siguen con tozudos argumentos para resguardar el engaño de siglos, impidiendo que los aportes de nuevos descubrimientos nutran las ciencias correspondientes para beneficio de la verdad.

Nunca tendremos certeza del tiempo de construcción tanto de las pirámides como la Esfinge, quizá sea improbable conocer de sus artífices y las técnicas que usaron para amalgamar altos conocimientos de matemáticas, astronomía, física, química e ingeniería en la realización de estos prodigios irrepetibles aun con tecnología de avanzada del siglo XXI. El desafío ahora es revelar lo absurdo de la ortodoxia taxativa del dogma egipcio y señalar con base a los nuevos hallazgos otra concluyente conjetura: Las pirámides nunca fueron tumbas de nadie, fueron poderosísimas máquinas generadoras de energía que hoy en día apenas empezamos a asimilar , la datación de su construcción es desfasada como mínimo en 7.000 años tomando como referencia los 4.500 años de los textos de historia oficial , se usaron herramientas muy sofisticadas aun a la vista de ingenieros de la actualidad en un entorno de primitivo desarrollo de las fuerzas productivas, el pueblo egipcio solo pudo haber aportado su mano de obra.
Otro ejemplo notable en esta misma dirección, es el caso de la vida del personaje que propinó un giro radical a la historia de la humanidad: Jesús. No se puede discutir de su existencia aunque las evidencias documentales fuera de la Biblia son muy exiguas y vagas, además de considerar que los cuatro evangelistas no fueron testigos directos de los acontecimientos desarrollados en Galilea en el siglo I, en otras palabras no conocieron a Jesús sino que se basaron en testimonios de otras personas que sí vivieron la experiencia del nazareno en uno de los entornos más hostiles para escribir la biografía de un judío.
El primer evangelio, el de Marcos aparece en el año 70 de nuestra era, 40 años después de la muerte de Jesús y el último, el de Juan se estima hacia el año 120. En el siglo IV dC. El emperador romano Constantino, con su madre Helena y un séquito de eruditos de escrituras judías con procedimientos poco convencionales deciden seleccionar y compaginar un sinnúmero de escritos guardados por los cristianos en una sola armazón: la Biblia dejando por fuera muchos manuscritos que en opinión del emperador no merecían la pena incorporarlos en el canon. Muy arbitraria la selección pero provechosa para los objetivos de la nueva religión y del poder político romano.

A lo largo de la historia todos los imperios han dejado huellas indelebles en el trayecto de la evolución de la humanidad y en todos los casos la barbarie, el aniquilamiento de pueblos enteros, el saqueo de las riquezas, la conquista de nuevos territorios han sido su común denominador. En cada época y espacio los conquistadores han reclamado un derecho divino de dominio, esa extraña condición que bien pudo haber sido heredada de las primeras civilizaciones no-terrestres que en tiempos sin memoria se asentaron y dieron marcha a la experiencia humana carente de voluntad propia, o sea subyugada al ímpetu de individuos tan carnales como nosotros que exigieron obediencia a sus correspondientes dominios a quienes en un principio se les llamaron dioses y luego emperadores, faraones o reyes. Hoy son los egregios gobernantes que, con un solape de democracia dirigen los destinos de los pueblos. Son los mismos de la antigüedad en su esencia, tan solo vemos cambios en su apariencia. Ya se dijo anteriormente: la conquista y hegemonía, la guerra y el control aparecieron simultáneamente en la Tierra con el desarrollo de la humanidad, hace muchos miles de años antes del conteo oficial.
En todo momento, bien sea bajo la égida mongol, macedonia, romana o persa y en la historia moderna napoleónica, hitleriana o stalinista la misma estructura de dominio se conserva: personajes investidos de poder sobrenatural doblegan bajo su voluntad a los pueblos conquistados quienes contemplan impávidos no solo el saqueo de sus riquezas y tierras sino la capitulación aterradora de sus culturas, costumbres, religión, sistemas políticos, destruyendo sin contemplación el acervo intelectual y tecnológico que quien sabe cuántos siglos les costó construir y el mejor de los casos lo tenemos en las Américas con la llegada de una jauría de bandidos que sin misericordia despojaron a los pueblos americanos de los finos metales al igual que su legado e impusieron su propia ley . Hoy en día la ciencia encuentra muchos obstáculos para tratar de reconstruir una rica historia de milenios de civilizaciones mucho más avanzadas que las de sus propios conquistadores.
Hoy en día este rasgo cobra fuerza particularmente en el acontecer del Medio Oriente con el interminable conflicto que desangra a milenarios pueblos poseedores quizá del saber primigenio de los orígenes de la civilización. Tras el pretexto del petróleo las potencias apuntalan a grupos fundamentalistas islámicos que han arremetido furiosamente contra tesoros arqueológicos del pasado, como lo es el caso de la ciudad de Palmira en Siria. Además, los mercenarios del imperio ponen su mira en las pirámides de Egipto para su potencial destrucción. Esperemos que la sensatez sobrepase a la barbarie.
3- Libros sagrados
En muchas culturas del mundo encontramos textos que narran leyendas de sus héroes, cuentan eventos de la creación del ser humano, del cosmos, inundaciones fantásticas, penosas migraciones, aterradoras guerras de dioses, en fin, todo aquello que los identifica y da sentido a su existencia en un contexto determinado.
Estos libros son una expresión literaria de la tradición popular y generalmente componen las bases sobre las cuales se sustenta una religión integrando creencias sobre sus divinidades, vida en el más allá, etc. Para los fieles, los Libros Sagrados son considerados de inspiración divina.

En el presente artículo solo tomaremos tres ejemplos: El Mahabarata y Ramayana en la India, La Biblia en la cultura judeo-cristiana y el Popol Vuh de los indios Quiche de Mesoamérica. Estos textos son los más divulgados y además, contienen sorprendentes analogías aunque hayan sido concebidos en distintos espacios, en períodos de tiempo distanciados unos de otros.
Al considerarse “sagrados” o rubricados por la misma mano de Dios les resta la posibilidad de cuestionar la autenticidad y veracidad de sus relatos, sus postulados son dogmas de fe, irrefutables. Veamos lo que aparece en el libro del Apocalipsis cristiano que es una forma de acallar por cierto cualquier forma de ver las cosas de otro modo, muy intimidatorio por cierto (Apocalipsis 22/18-19: “ A todos los que escuchen el mensaje profético escrito en este libro les advierto esto: si alguno añade algo a estas cosas Dios le añadirá a él las calamidades que en este libro se han descrito. Y si alguno quita algo del mensaje profético escrito en este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que en este libro se ha descrito”. Quien escribió esta advertencia sabía muy bien que el miedo de las masas era su principal amigo para que no se intentara ninguna opinión divergente de los escritos.
Los libros mencionados de la cultura hindú narran una amplia gama de acontecimientos de sus dioses y al contrario de la Biblia y el Popol Vuh sus relatos son más exhaustivos, completos, reales y colmados de muchos detalles aclaratorios de cada situación. El relato del Génesis bíblico es bastante escueto y simple en cuanto a la creación del Universo y del ser humano. Aunque las interpretaciones de los textos podrían ser múltiples, a través de los tiempos la iglesia ha levantado un rígido e inexpugnable muro dogmático que impide ver más allá de sus dominios. Bien le dijo el clero romano con la prepotencia que le caracteriza al gigante del método científico Galileo Galilei cuando apuntó su telescopio por primera vez hacia las estrellas que él no podía “escudriñar” las obras de Dios en el Universo con ningún aparato porque ello era una herejía que fácilmente lo podría llevar a la hoguera. Igualmente el desafortunado Galileo se topa con otra aberrante posición clerical al exponer en su obra que no es la Tierra el centro del Universo sino el sol, o sea, los planetas conocidos hasta ese momento incluyendo la Tierra giran alrededor del Sol. Falso! Dijeron los energúmenos jerarcas católicos blandiendo el más desdeñable de los argumentos que se encontraron: Josué detuvo al Sol en Jericó en la conquista de las tropas de Yaveh a ese poblado por lo tanto es él que se mueve y no la Tierra.
Cuanto se opaca la conciencia humana con tanta ensordecida maña de quienes se autoproclaman poseedores de la verdad cuya intención es el prevalecimiento de juicios necios y obtusos a costa de la evolución y el raciocinio lógico capaz de dilucidar o enriquecer con nuevos argumentos la misma tradición.
En occidente se obliga a pensar dentro de un anquilosado sistema educativo que la Biblia es Historia irrefutable en cuanto a la aparición del Cosmos como del ser humano. Cómo puede avanzar la ciencia si tenemos que asumir a ciegas que Dios hizo el Universo en 6 días, que el hombre fue creado a partir de una bola de arcilla y que el llamado diluvio cubrió todo el Universo? Se tendrán que repetir por toda la eternidad tan vergonzosos y absurdos argumentos a nuestros hijos y nietos solo por transigir a una cúpula corrupta ensombrecida por el abuso de tanta farsa? Que historia proyectaremos a las nuevas generaciones cuando todo lo que se nos dice está carente del mínimo raciocinio que insulta la inteligencia humana?
4- Destrucción de la Historia
La verdad histórica no solo puede ser tergiversada para ocultar o disfrazar hechos que resulten incomodos a la élite, también puede ser silenciada, y es posible que este método sea el más efectivo que se haya encontrado a través de la evolución de la humanidad. A partir del momento en que Julio Cesar ordena en el año 87 adc la quema de cerca de 700.000 pergaminos contenidos en el centro cultural y de investigación más importante del mundo en su momento –
la Biblioteca de Alejandría en Egipto, este evento será el inicio de una infame práctica que se iba a perpetrar posteriormente por todos imperios que dominarían el mundo para los mismos efectos.

Muchos de los pergaminos de la biblioteca contenían entre otras, la historia de la humanidad escrita por el historiador babilonio Beroso, quizá estos sucesos pudieran ser una piedra en el zapato en la conformación de la ideología imperial y por ello era necesario extraer. Pero, por que tanto ensañamiento contra el conocimiento adquirido a través de la Historia? Bien lo dijo el afamado astrofísico norteamericano Carl Sagan: “Si no se hubiera incendiado la Biblioteca hoy estaríamos viajando por las estrellas” y no es para menos tan elocuente apreciación ya que, de borrar el pasado difícilmente se logra una proyección asidua hacia el futuro.
Después de la barbarie romana la biblioteca fue reconstruida y habilitada de nuevo para la ciencia y el saber, por ello, los virtuosos del conocimiento de la época recobraron su esperanza de recrear el ambiente original y continuar su noble cometido de iluminar la humanidad con la antorcha del conocimiento. Sin embargo, su optimismo no llegó muy lejos, en el año 640 dC, cuando los árabes invadieron Egipto, la ciudad de Alejandría fue capturada por un ejército comandado por Amr ibn al-As. Y fue justamente este general quien, según la tradición, habría destruido de nuevo la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar quien con la misma arrogancia juliana emprende de nuevo su acción pirómana contra ella. Esta vez, los argumentos esgrimidos fueron de corte religioso, los mismos que utilizará la Iglesia Católica para acallar la disidencia. El califa se expresó así de la Biblioteca: «si no contiene más que lo que hay en el Corán, es inútil, y es preciso quemarla; si algo más contiene, es mala, y también es preciso quemarla”.
La inefable práctica incendiaria continuó su recorrido por el mundo entero y en cada una de las subsecuentes conquistas el lado oculto del ser humano aflora, siempre en contravía a la misma naturaleza divina y armoniosa del hombre e invariablemente regida por un instinto irascible contra el saber heredado de nuestros antepasados. Existe un premeditado y continuo mandato contra la historia y saberes ancestrales, siempre prevalece la tendencia a desacreditar injustificadamente el conocimiento que no se comprende o que compromete las bases del nuevo paradigma, tildarlo de prohibido y aniquilarlo, a partir de este presupuesto se origina una nueva perspectiva de contemplar al espíritu humano, esta vez, a través de la lente del conquistador.

Cada vez al ser humano se le niega el acceso a textos que narran “historias prohibidas”, pero y quién puede consentirse la arrogancia de determinar semejante precepto? En nuestra realidad tridimensional solo cabe lo bueno y lo malo, blanco o negro, prohibido y permitido, no hay matices, solo conceptos antagónicos. Además de ello el entorno se circunscribe al derecho autocrático de gobernantes muchas veces analfabetos que deciden lo que es conveniente o no para sus súbditos, mejor dicho y en nuestro caso cual es la historia verdadera y cual no.
La pregunta que surge es, de qué sirve salvaguardar el conocimiento y la sabiduría de generaciones anteriores si un puñado de psicópatas del saber siempre han hecho lo propio por destruir con saña lo que sus antecesores han guardado y conservado con dedicación para las futuras generaciones?
Alejandro de Macedonia llamado “El Grande” conquista Turquía hacia el año 334 adC y una de sus “hazañas” es reducir a cenizas la biblioteca de Persépolis, capital del imperio turco. Aun así la historiografía oficial le da calificativo de Grande a un bárbaro, hecho que constata la desmedida complicidad de los biógrafos oficiales con el vandalismo cultural de los llamados protagonistas de la Historia.
La lista es extensa e incontenible, es casi una norma taxativa para cada nuevo imperio además, obviamente de la conquista de nuevos territorios con sus recursos: destruir la historia anterior de los pueblos despojados. Pérgamo en Persia suma la lista de bibliotecas incendiadas con los mismos propósitos y la infamia no se detiene aquí. En el siglo VIII de nuestra era el Papa León III ordena la quema de 100.000 rollos de la recién creada Biblioteca de Constantinopla que había sido fundada en el año 315 por el emperador romano Constantino.
El terror cultural no fue solo dispensa de Europa y Medio Oriente, en China, el emperador Chin, sin tener ninguna noción de lo que pasaba en los pueblos del Mediterráneo aplica el mismo procedimiento, lo mismo sucederá en el siglo XVI en nuestra América; un fraile, de quién se decía era un gran devoto de la fe cristiana, Fray Diego de Landa, ordenó en la recién conquistada México, la quema de más de 35.000 libros escritos por los mayas que, según el clérigo contenían referencias “satánicas” y atentaban contra la moral y buenos modales del pueblo; solo 4 de ellos pudieron ser rescatados y se encuentran hoy en día en distintos museos europeos aunque por sentido común deberían estar en México.

Cómo nos hubiera servido hoy en día contar con los sucesos históricos plasmados en los códices mayas para entender mejor tan grandiosa civilización que tuvo un extraordinario desarrollo en todas las áreas del saber superando en mucho a la cultura que representaba en ese instante a los bandidos europeos.
Aquí no acaba el desenfreno por combatir la multipolaridad del pensamiento para imponer un inequívoco punto de vista viciado de idealismos políticos y religiosos con la mira puesta en borrar de la memoria histórica de la humanidad aquellos acontecimientos que por no comprenderse se satanizan. En los tiempos modernos también se han visto hogueras infames llevándose con el humo testimonios de conocimientos ancestrales, registros históricos y múltiples tesoros literarios
El último de los ejemplos es muy reciente. La invasión de los Estados Unidos a Irak en el 2003 fue llevada a cabo con varios propósitos muy puntuales: en primer orden se pretendía adueñarse de las inmensas reservas de petróleo y tomar posición de uno de las regiones estratégicas más vitales del planeta. Y no menos importante fue el saqueo del Museo de Bagdad uno de parte de las tropas norteamericanas en donde se testimonia fueron destruidos documentos y tablillas cuneiformes que registraban historias de la primera civilización humana: la sumeria. Más de 100.000 piezas con valor histórico desaparecieron sin que la Unesco denunciara tal atrocidad, conociendo de antemano que el Museo era considerado patrimonio de la humanidad !Cuánto pierde la verdad en los cobardes actos de cada conquista!

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