Egipto Otras construcciones
- Jaime Vergara J
- 13 ago 2017
- 7 Min. de lectura
Imposible objetar las habilidades de los constructores y artistas egipcios en la elaboración de pirámides, obeliscos, templos, estelas y sus afamados jeroglíficos que requería de herramientas apropiadas, materiales abrasivos de alta calidad para darle a sus obras exquisitos acabados que exceden cualquier norma de medidas precisas, proporciones milimétricas, realismo y perfección como lo pudiéramos concebir con el grado de desarrollo tecnológico de la actualidad.

La megalomanía faraónica no permitía la mediocridad cuando se contrataban a ingenieros, arquitectos, maestros de obra y artesanos para desarrollar sus ambiciosos proyectos arquitectónicos que indefectiblemente tenían que incorporar dos elementos vitales: la mística y la cosmogonía. Cada representación artística en frisos, murales, columnas, los complejos conjuntos de edificaciones tenían que obedecer a un plan no solo arquitectónico trazado por los magníficos diseñadores sino que debería contar con la aprobación de sus dioses y en ello se esmeraban de sobremanera. Y no solo eso, al lado de los diseñadores responsables de las obras incumbía estar el gran matemático y adelantados astrónomos que apuntalaban sus cálculos a determinadas correspondencias con la geografía terrestre y con los astros. No cabía el azar ni la improvisación, la perfección se perseguía a toda costa, había que agradar a los dioses. Comenzaremos con las estatuas
http://www.egiptomania.com/jeroglificos/articulo/taladros.htm Eran talladas con suma pulcritud, destacando los mínimos detalles de las figuras que plasmaban en la roca, se copiaba con fidelidad los rasgos de los personajes sin entrar en exageraciones, el realismo era la norma a seguir. Se tienen referencias que muchas de ellas eran coloreadas pero lo que más sorprende es su pulido final, como dicen los expertos se llegaba al llamado “punto espejo”.

Con estos utensilios, dicen los egiptólogos, se lograba convertir una grosera roca en una esplendorosa y reluciente escultura, veamos como lo hacían, según ellos: En una primera fase se perfilaba ligeramente la figura en la cantera, aquí se extremaban los cuidados para evitar posibles fracturas en la pieza, paso siguiente es trasladado el tosco monolito a su lugar de instalación final. En este momento se van completando los detalles y para ello se usa una azada corta (de bronce) y diferentes cinceles. Por último, el pulimento se alcanza frotando la estatua con arena y en algunos casos se usaba el cuero para darle la brillantez y acabado final. Nótese aquí la fineza de la línea de los ojos, el inmaculado contorno de los labios, la tersura de la piel y la incuestionable expresividad del rostro alcanzado todo ello con las herramientas mostradas antes. Resulta difícil de aceptar la proposición oficial, pero esto no lo es todo. El reconocido ingeniero aeroespacial de origen británico Christopher Dunn se apasionó por el tema egipcio y durante 35 años ha estudiado sus monumentos y templos con mucho detalle y en su libro “Tecnologías perdidas en el antiguo Egipto” nos revela importantes claves para comprender los misterios de las construcciones del Valle del Nilo.

Nota Dunn en fotografías y esquemas que todos los detalles del rostro en las estatuas del faraón Ramses II contienen una correlación bilateral milimétrica esto, según Dunn, solo es posible utilizando el “barrido por puntos” de una computadora, pero tales aparatos eran desconocidos por los diseñadores antiguos, por lo menos así lo intuimos de acuerdo a la información que hay disponible. Copiar con pasmosa exactitud cada detalle a lado y lado del eje de simetría supone del empleo de dispositivos técnicos muy sofisticados, de eso no hay duda y que se hubieran apoyado de sistemas computarizados como se hace en la actualidad para tales efectos no nos consta pero si es muy sensato pensar en ello a no ser se haya utilizado una tecnología desconocida para nosotros, como los sospecha Dunn.

Agregado a lo anterior encontramos otro inquietante misterio por zanjar y tiene que ver con la réplica de imágenes igualmente correspondientes al complejo Karnak situado en la ribera oriental del Rio Nilo junto a Luxor donde se encuentra el templo más grande de Egipto dedicado al dios Amón-Ra
Además de ser el templo más monumental y hermoso de Egipto encierra otro fascinante misterio relacionado con la arquitectura al tener catalogadas 1.400 esfinges que además de su incomparable belleza y majestuosidad se ven continuamente copiadas y ello no debería sorprendernos si no agregamos otro ingrediente al caso que nos atañe: las réplicas son exactamente iguales. Bien sea representaciones de los faraones Amenofis III, Seti I o Ramses II entre otros, en la Avenida de las esfinges aparecen 40 estatuas del carnero (símbolo de poder y fertilidad) en sus correspondientes pedestales, todas ellas idénticas!

En este caso la talla parece bastante improbable fuera cual fuera el grado de maestría de los encargados de esta labor. Reproducir en piedra una imagen varias veces con máxima perfección se sale de los parámetros artísticos en cuanto a estética y tiempo de elaboración de una obra aunque hubiera estado en manos de genios de la escultura renacentista como Bernini o Buonarrotti. De Egipto solo nos cuentan que fueron artesanos pero tendríamos que asumir que estos tenían un talento superior a las lumbreras de la escultura en mármol del siglo XVI capaces de replicar decenas de veces un carnero. Sorprende así mismo, siguiendo la misma línea de pensamiento las 4 gigantescas esculturas del faraón Ramses II emplazadas en Abu Simbel cerca de las canteras de Aswan al sur de Karnak con una altura de 20 metros cada estatua
La pregunta es, tendría sentido copiar al milímetro una efigie 4 veces con máxima perfección que, sin lugar a dudas mostraría diferencias en los detalles por más habilidad que los autores tuvieran o convendría mejor por practicidad, siguiendo las precisas indicaciones del faraón, elaborar un molde y con la técnica de los geo polímeros llevar a cabo la réplica, solo así conseguiríamos el resultado de tener 4 imágenes idénticas. En anteriores capítulos referimos que el revestimiento que cubría las tres pirámides de la Meseta de Giza (solo la pirámide de Kefren conserva en su parte superior vestigios de la guardición) era de piedra caliza, un material blando que bien pudo tallarse sin las dificultades que implica el granito. Además anotamos que estudios realizados en el material de cubrimiento se encontraron cabellos humanos, uñas y se detectó la presencia de ciertas burbujas de aire que ponen en entredicho el posible tallado de los bloques, en este sentido la posibilidad de la utilización de algún tipo de argamasa moldeable puede resolver el misterio de las grandes construcciones.

El concepto de geopolímeros comienza con una investigación realizada por dos científicos rusos Victor Glukhovsky y Pavel Krivenko a mediados del siglo XX buscando materiales para sustituir el cemento Portland en la construcción ya que en su producción éste requiere de gran cantidad de carburantes orgánicos como la madera o el carbón no muy disponibles en el Valle y que son altamente contaminantes. Fue Joseph Davidovits quien en 1.972 denominó a esta nueva tecnología con el nombre de geopolímeros o en términos más especializados aluminosilicatos inorgánicos, esto es, se toma piedra caliza y se mezcla con cemento (bien conocido por los egipcios), se adiciona agua y se obtiene una mezcla que se vierte en los moldes. El mismo planteó que esta misma técnica pudo haber sido empleada en Egipto.

Claro está que este procedimiento no deja de tener sus inconvenientes en el orden técnico pero no resultaría nada extraño en el marco de una civilización que con su sabiduría y altos conocimientos técnicos bien pudieran optar por este sistema, mucho más practico en lugar de movilizar millones de toneladas de piedra desde las canteras, asunto que no se logrará nunca dilucidar con las propuestas ortodoxas. La teoría de Davidovits se desacreditó de inmediato, era de suponerse, pero hoy en día cobra fuerza y no se puede de ninguna manera desechar.

En el caso de los jeroglíficos y pictogramas también nos encontramos con contratiempos serios para averiguar la forma como fueron elaborados. Estos solían ser grabados en piedra, tallados en madera o escritos con tinta en papiros, sus contenidos incluían textos religiosos, decretos oficiales o procedimientos ritualísticos. Aquí, solo nos ocuparemos de las inscripciones líticas. Son numerosísimos y se encuentran en templos, palacios, necrópolis, están grabados en relieve (bajo, medio y alto, dependiendo de cuanto emerge la figura) y también los hay en relieve hundido, donde solo se perfila el contorno de la figura o símbolo, en este caso el material es vaciado y en muchos casos se combinaban las dos modalidades en la escultura egipcia.
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La talla en piedra en muros y paredes significó para la civilización del Nilo un arte mayor y sus artistas lograron con gran plasticidad, precisión y extrema finura plasmar sus obras con un impecable corte perfeccionista, esto no se logra con las herramientas que nos insinuan. No es preciso estar dotado de grandes habilidades escultóricas para notar que los artesanos antiguos manejaron la piedra con tanta destreza como un niño la plastilina y esto nos obliga a inclinarnos que por practicidad y tiempo los egipcios tuvieron que utilizar una extraordinaria técnica de elaboración de imágenes que muy lejos está de las figuraciones, bastante primitivas, de los egiptólogos

Si consideramos la teoría de Davidovits como válida, los geopolímeros podrían responder al misterio con más lógica: la talla en roca blanda es más hacedera y práctica, por ello no solo es viable el uso de cinceles de cobre sino también de finas gubias de uso corriente en la talla de la madera. Otra opción por demás aventurada tiene que ver con la utilización de herramientas eléctricas en la talla, como hoy día conocemos y es que por más absurdo que parezca en la antigüedad bien sea en Sumeria, Mesoamérica o Egipto se tuvo a disposición la electricidad de la cual hay claros vestigios. Nada nos detiene a pensar que estas maravillosas tallas hayan sido producto tanto de ingenio humano como de uso de herramientas eléctricas apropiadas para tales fines. Resulta apresurada y quizá audaz esta idea, sin embargo hay que buscar respuestas fuera del estrecho paradigma egipcio, conservador y restringido por imposiciones de las cúpulas académicas sojuzgadas a intereses bastante alejados del carácter científico de la investigación.
Proximo capitulo: Otras construcciones
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