CAPITULO 5 Civilizaciones perdidas
- Jaime Vergara J
- 16 feb 2017
- 7 Min. de lectura
Introducción
En el capítulo anterior abordamos inquietantes reseñas de objetos de manufactura claramente humana que han salido a la luz mediante la acción de aislados exploradores, que generalmente no reciben acreditación alguna o encontrados de una manera fortuita en excavaciones convencionales en Egipto, Medio Oriente, en las Américas o India. Han quedado pendientes muchas evidencias adicionales pero resulta del todo abrumador abarcar todo un universo de enigmáticos descubrimientos que son catalogados marginales en la Historia oficial por intereses ya destacados anteriormente.

Los paradigmas inconmovibles a que nos ha acostumbrado la comunidad científica internacional han limitado en extremo la capacidad cognitiva del ser humano hasta tal punto que cuando se trata de otros enfoques relacionados con el acontecer de la humanidad en su dilatadísima estancia en la Tierra se nos arrastra a un abismo de dudas que en muchos casos debilitan la voluntad de los investigadores más comprometidos con la verdad. La ciencia, en especial la arqueología al comprometerse más con la política, que con el propio objetivo de su estudio carece de ética, es mezquina e intolerante, fácilmente influenciable por el poder del dogma, es una vergonzosa religión con templos (Ejemplo Instituto Smithsoniano), patriarcas (Ejemplo Zahi Hawass, egiptólogo) y ritos (metodologías amañadas) que aún subsisten bajo el rigor del esquema sórdido que nos abrasa por centurias.
Han existido otras civilizaciones, mucho más antiguas que la actual, más avanzadas por su tecnología y grado de conciencia, han tenido su propia evolución, crecieron, llegaron a su cúspide y luego desaparecieron, bien sea por acción de espantosos cataclismos naturales (diluvios, tsunamis, erupciones volcánicas, terremotos) o por efecto del desenfrenado egoísmo y ambición de sus gobernantes por poseer el dominio y poder del Planeta sobre otros pueblos. Cruentas y devastadoras guerras han acompañado al ser humano desde el inicio mismo de la aparición del sapiens y así como una cultura dada puede lograr altas cotas evolutivas, así mismo, inexplicablemente se desvanece en la bruma del olvido y la indiferencia.
Pero siempre medrar ha sido el impulso que el humano toma para dejar una huella, evitar que se pierda el conocimiento adquirido y volver a empezar, volver a emprender el vuelo como el ave Fenix, sobre las cenizas de la destrucción porque la evolución es inexorable en la naturaleza humana. Así se ha configurado la historia humana como piezas de rompecabezas anacrónicas, desarmadas y vueltas a armar pero incompletas, forzadas a responder por un dictado soberbio de los grupos de poder que han anquilosado las objeciones para comprender de dónde venimos y cuál es la verdadera misión de la humanidad para la cual fuimos creados.
Lemuria, Atlántida, Sumeria son la viva representación de hechos históricos que la ciencia archiva, destruye o desestima para perpetuar el statu quo de la impostura y el engaño creando una caricatura de realidad, un vil adefesio que minimiza la capacidad humana y ensombrece el alma en un paroxismo egoísta capaz de cualquier acción que borre la presencia del hombre de la faz de la Tierra. Ya lo ha intentado y lo seguirá haciendo hasta tanto no abramos los ojos y desentrañemos el fraude.

En las Américas las ruinas de monumentales obras arquitectónicas se palpan por doquier, Asia se orgullece de mostrarnos templos de una belleza extraordinaria pero igual de misteriosos por su origen. Egipto sigue cautivando porque está en nuestra memoria histórica y lo reconocemos como una especie de arquetipo que ni el tiempo ni la bellaquería de los pretendidos expertos lograrán desenraizar de la conciencia colectiva.
China esconde sus cerca de 800 pirámides, testigos mudos de otros tiempos, de otros lances que el hombre ha intentado hace milenios pero sus crónicas no son visibles al inquieto ojo explorador del humano “corriente”. Bosnia descubre a finales del siglo XX sus colosales pirámides, una de ellas la más grande que se haya construido jamás e inmediatamente la implacable acción del stablishment las esconde.

La Antártida el gélido continente en el sur del Planeta asoma en la geografía humana como una gigantesca mole de hielo de hasta 3.000 metros de espesor cubriendo un área de 14 millones de kilómetros pero nada más, sin embargo las exploraciones del Vicealmirante Richard E. Byrd de la marina de Estados Unidos a la Antártida una vez terminada la segunda guerra mundial dan fe no solo de la existencia de una gran abertura polar (al igual que en el polo Norte) sino de la posible existencia de una civilización no terrestre dentro de la Tierra. Este tema es absolutamente vedado, considerándose uno de los “top secret” mejor guardados de la humanidad.
En la lista de pueblos que una vez gozaron de un esplendor inimaginable se encuentra Lemuria y la Atlántida, el primero en el Océano Pacífico el segundo entre los continentes europeo y americano, las dos alcanzaron elevadísimos niveles sociales y tecnológicos y desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos por eventos naturales catastróficos. Muchas leyendas evidencian la presencia de los dos continentes, además, en la actualidad se han descubierto en las dos regiones, impresionantes ruinas bajo el mar que confirman su existencia. El gran sabio griego Platón, que nada tenía de charlatán definió efectivamente la Atlántida en el lugar que corresponde de acuerdo a los hallazgos arqueológicos del siglo XX. En los dos casos la antigüedad de dichas civilizaciones es de aproximadamente 12.000 años.

Pero esto no es lo único y probablemente nos llevaría mucha tinta y esfuerzo abarcar todos los testimonios y huellas palpables de ignotos pobladores de desconocidas culturas que habitaron el Planeta y de una u otra forma dejaron visibles muestras de su existencia pero lamentablemente la información contenida en crónicas y leyendas que narran eventos maravillosos de un pasado lejano no es accesible al ciudadano común. Un periodista alemán Karl Brugger toma notas de un nativo del amazonas quien le refiere unas extrañas ciudades subterráneas con seres que no son de este mundo; en su crónica oral el líder de los Ugha Mongulala relata al periodista que unos extraños visitantes estelares aterrizaron en Suramérica hace cerca de 15.000 años, provenientes de un lugar remoto del Universo y construyeron 26 ciudades bajo tierra en la Amazonía. Brugger consignó cada palabra del nativo en sus Crónicas de Akakor- documento disponible en Internet -sin embargo en el año 1.986 fue asesinado y sus crónicas prevalecieron afortunadamente.
Fue una muerte misteriosa y no nos queda la menor duda que alguien decidió estorbarle el paso al periodista alemán y amedrentar a otros expedicionarios que intentaran descubrir el reino de Akakor. Después de Brugger muchos incautos, a pesar de la fatídica advertencia, se han atrevido a incursionar en la selva amazónica sin éxito alguno, la negación de permisos estatales ha sido contundente.

De otro misterioso pueblo sabemos muy poco los Vinca que se asentaron en las tierras que hoy son de dominio de Serbia y Rumania. Los relatos que se tienen de los Vinca son exiguos y sorprende que pueblos que habitaron Europa hace 7.500 años que perduraron durante 1.500 años, que fuera la civilización más grande de Europa no estén señalados en ningún texto de Historia y en especial porque fueron los primeros en excavar una mina de metales en el continente y los pioneros en la utilización del cobre.

En la Micronesia al sudeste asiático a mitad de camino entre Honolulu y Filipinas aflora otro enigma de difícil solución: Nan Madol. Son las ruinas de una ciudad de quien nadie da cuenta de su existencia. Se desconoce por completo quienes estuvieron allí para apilar 400.000 bloques de basalto de manufactura impecable, como si se tratara de construir alguna edificación de proporciones gigantescas, que bien podrían haber sido templos de adoración a quien sabe que dioses. El basalto, que es una roca ígnea volcánica de color oscuro, de composición máfica —rica en silicatos de magnesio y hierro y bajo contenido en sílice, no se encuentra en ese islote por lo que se supone debieron transportar esos pilares de otros lugares, cómo lo hicieron no se sabe, donde se alojaron los constructores y artesanos mientras acomodaban delicadamente las columnas, ni una sola pista. Las vigas pesan de 5 hasta 20 toneladas, están entrecruzadas con una técnica inexplicable en una zona altamente lluviosa, alejada de cualquier grupo humano importante. Unos buzos japoneses indagaron en esta extrañísima construcción y constataron que los muros se sumergen en el mar hasta 6 metros de profundidad. La arquitectura y el diseño rebasan la lógica del propósito de la obra porque en nada se asemeja a casas de habitación templos o alguna fortaleza. Vivieron allí fantasmas que un día se alejaron por razones desconocidas y dejaron un vestigio, una pista para alimentar la imaginación de los humanos. No más.

Los ejemplos de pueblos o civilizaciones perdidas en el tiempo no quedan aquí, son numerosos los casos que se encuentran desperdigados a lo largo del planeta de culturas que una día cualquiera elevaron sus espíritus, prodigaron sus habilidades con la pretensión de sustentar una forma de vida que para nosotros, en pleno siglo XXI nos resulta del todo impenetrable.
Finalmente, haremos mención de otro pueblo que entraña incógnitas abrumadoras, son los Anasazi, que se asentaron en el sudeste de los Estados Unidos entre los actuales estados de: Utah, Arizona, Colorado y Nuevo México.
Vivian en pequeñas comunidades (se calculan 400 asentamientos en total), nos cuentan las leyendas orales porque desconocieron la escritura. Trabajaban la cerámica, el tejido y la irrigación, el comercio lo establecían por trueque, según se cuenta, vivían muy felices. Fuerzas inexplicables hicieron que estas pacíficas comunidades decidieran desplazarse a unos escabrosos acantilados donde establecieron sus moradas y centros de culto, por allá en los años 900 ddC.
El nuevo hábitat de muy difícil acceso, inclusive hoy en día, nos hace pensar que huían de algo o alguien que los obligó a “colgarse” en las rocas, a sabiendas de las dificultades para obtención del agua y para cultivar de sus productos básicos para su alimentación. Pasaron 50 años y de la misma forma misteriosa como llegaron allí desaparecieron sin dejar huella alguna. Muchos estudiosos creen que las comunidades Hopi y Zuni son sus descendientes pero resulta imposible confirmarlo. Un detalle muy llamativo es la forma de construcción de las casas llamadas kivas y sorprende tanto por su diseño circular como por su belleza

Muchas de las kivas encontradas en el Cañón del Chaco se usaron como viviendas y otras como centros ceremoniales y según los relatos de los indígenas, los recintos circulares estaban conectados en el subsuelo por túneles pero no se da cuenta de su función, aunque los indios Hopi en sus leyendas hablan de unos seres “hormiga” que los habitaron en tiempos inmemoriales y a quien le dedicaremos un capítulo especial por la gran trascendencia para nuestros propósitos de esta increíble historia.
Existen por todo el mundo evidencias documentales y físicas de la presencia de civilizaciones que alguna vez afloraron en el Planeta, no sabemos con precisión su edad ni su forma de vida ni el modo de gobernanza de sus pueblos, mas, los restos encontrados confirman su elevado nivel tecnológico. Estamos en una importante etapa del desarrollo humano, la transición a la era de Acuario donde muchos secretos comienzan a desvelarse e inevitablemente todo se sabrá, pero en especial los gobiernos mundiales tendrán que rendir cuentas del por qué nos mintieron en todo momento.
Próximo capítulo: Reino de Mu o Lemuria
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